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HISTORIA 124

Historias que inspiran y enseñan, que puedes ad@ptar o dejar que reposen en tu intelecto

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¿Alguna vez te has sentido como un helado en proceso de congelación mientras disfrutas de la majestuosidad de una montaña? ¿O de un campo de Castilla León? ¿O en una vaguada de Asturias? ¿O al lado de un óreo gallego?

Supongo que sí.

Y si es que no, te voy a contar dos historias.
Una ficticia. La otra no.
Y te lo voy a resumir mucho.



El enemigo inesperado: La hipotermia

En nuestra aventura de hoy (la ficticia), exploramos un gigante helado.

No, no es un nuevo sabor de helado gigante, sino nuestra querida montaña en invierno.

La hipotermia se cuela sigilosa, como aquel amigo que siempre se apunta al plan sin avisar.


Primeros síntomas: ¿Estoy bailando?

¿Notáis un extraño temblor?
¿Vuestros dientes comienzan a tocar los timbales?

No, no es que de repente dominéis el arte de bailar sin música.

Es vuestro cuerpo diciendo: "Eh, me estoy convirtiendo en un cubito de hielo".


La aventura de Juan Congelado

Para ilustrar, conozcamos a Juan Congelado (da igual su nombre, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).

No importa ese dato.


Pues bien.

Juan, amante de las alturas y desafiante del frío, decidió que una montaña nevada era el SPA perfecto para relajarse.

[Spoiler: no lo era]


Capa sobre capa: La moda montañesa

Juan, vestido como una cebolla con múltiples capas, pronto descubrió que la moda montañesa no era solo un capricho estilístico.

Ni una tendencia de Cristóbal Balenciaga.


Cada capa era una barrera contra su transformación en muñeco de nieve.


¡Acción!

Cuando Juan sintió que sus dedos se convertían en palitos de helado, supo que era momento de actuar.

¿Su estrategia?

MOVIMIENTO.

Empezó a moverse como si estuviera en una discoteca de alta montaña.

Bailar para combatir el frío, ¿quién lo iba a decir? - pensó.

Ahí está el Billy Elliot de la montaña
- pensé yo.


Moraleja helada

La lección que Juan Congelado aprendió fue valiosa.

La montaña es un lugar de belleza extrema, pero también de retos extremos.

La hipotermia no es un mito narrado por abuelas, o de leyendas urbanas del pasado para evitar que salgamos; es real y peligrosamente fría.


Consejillos para no convertirse en estatua de hielo

Juan Congelado ya no se congela.

Supo aplicar lo que aprendió y ahora te lo quiere resumir en sencillos consejos:

  • Capas, capas y más capas: Vestirse como una cebolla tiene su ciencia.
  • Movimiento: Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma baila en la montaña.
  • Hidratación: Sí, incluso si hace frío. No podemos estar secos.
  • Compañerismo: Siempre es mejor temblar en compañía.

Hay personas que por mucho que se lo expliques y se lo muestres, no lo entienden.

Van a la montaña en invierno con zapatillas de vestir, y las capas son de Zara.

No es para que le des a la cabeza.

Es lo que hay.


Espero que esta historia te haya calentado el corazón (y te recuerde mantener el resto del cuerpo igual de calentito).


Si no ha sido así, te dejo la segunda historia, donde se profundiza más aún en cómo afrontar y combatir la hipotermia

¡Hasta la próxima aventura!


Esto es todo.
Te volveré a escribir
Fernando Camacho

P.D. Si has pasado por la hipotermia de verdad, no la de los bares, quiero conocer tu historia.
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P.D. 3 Si quieres aportar alguna historia, envíame esa capa con su contenido.

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